Aingeru Etxebarria: "Dar clases de cocina es otra forma de disfrutar de la gastronomía"


Texto y fotografías: Javier Ferdo | @javier_ferdo

Aingeru Etxebarria Abascal (1978) acaba de terminar de comer. El plato todavía está sobre la barra americana de su "Escuela de Cocina y Catering" que se encuentra cercana a la Alhondiga. Corrige los exámenes de sus alumnos, antes de que comience la clase a las 14.30h. Pone buena cara, parece que los futuros cocineros han plasmado sus conocimientos culinarios adquiridos de manera efectiva.

Este cocinero bilbaíno, apadrinado por Karlos Arguiñano y miembro de la Asociación Culinaria Euro-Toques (club de cocineros con el compromiso del buen hacer en la cocina), abandonó hace dos años su restaurante para dar clases de cocina. Primero en la Alhondiga y desde hace un año en su propio local en el nº 2 de la calle Errekakoetxe. En él, imparte talleres de cocina para grandes y pequeños, con la opción de elegir el curso para aficionados o como posible salida laboral. Además, ofrece el servicio de chef a domicilio o el uso del local como txoko.

¿Cómo fue el paso de cambiar los fogones de un restaurante para enseñar a cocinar?
Siempre me ha gustado enseñar. Cuando tenía mi restaurante en Pozas, llamado "La Bilbaína", un restaurante muy chiquitín con seis mesas, siempre salía después de cocinar al comedor a explicarle al comensal como había hecho el contenido del plato. Al tener este trato tan personal con el cliente una empresa que venía casi todos los días a comer me propuso hacer un curso de cocina. Dado que llevaba tiempo queriendo impartir uno, me animé a hacerlo y vi que yo me encargaba de todas las labores necesarias para dar la clase. Al acabar el año toda la gente se fue encantada del curso y ahí fue cuando pensé en montar mi escuela. 

¿Y qué diferencia hay con tener una escuela de cocina y un restaurante?
Toda la vida he estado en restaurante y quería probar lo que es la escuela. Dar clases es una vida diferente, otra forma de disfrutar de la gastronomía, es una cocina diferente. Y la verdad es que estoy muy contento y es muy gratificante.

¿Se echa de menos el estrés de la cocina de un restaurante?
No, porque si has estado poco tiempo igual lo puedes echar de menos, pero después de tanto tiempo no. Aquí lo bueno que tienes es que te puedes lucir más, a la hora de preparar un plato lo puedes hacer con más mimo. Al final no se echa de menos, aunque metamos las mismas horas por estar todo el día aquí metidos igual que los fines de semana porque hacemos eventos como cumpleaños, despedidas, cenas temáticas, cursos para empresas...

¿Qué espera la gente de los cursos cuando se apunta?
Lo primero que esperan es aprender, pasárselo bien, desconectar del día a día, de su trabajo, de sus problemas viniendo dos horitas a la semana. Al final, la gente que viene es la que quiere disfrutar con la cocina. 
 

También das cursos a niños.
Si, gracias a los actuales programas culinarios de televisión están haciendo la cocina más cercana y a ellos les gusta mucho. Por lo tanto, una vez a la semana vienen los niños donde ellos son los participes de meter las manos en harina, salsean y se lo pasan muy bien. Después lo que hacen se lo llevan a casa.

¿Y qué les enseñas?
Hacemos de todo: cupcakes, magdalenas, lasañas, verduras divertidas para que las coman, porque es importante que aprendan a comer aparte de que cocinen.

¿Hay algo con lo que pongan mala cara?
Hay pringues que no les gustan, pero si ellos lo hacen se lo comen.

¿Apuntan maneras desde pequeños?
Sí, hay algunos que ves que tienen desparpajo, que tienen gusto. Algún crío de 13 años lo hemos pasado al curso de los adultos.

¿Qué es lo que más les gusta cocinar a los pequeños?
Sobre todo masas, por ejemplo hacer croissants, palmeritas... todo lo que sea enguarrarse les gusta.



¿Dónde hay más estrés, en una clase de cocina con niños o en un servicio de un restaurante?
Cuando es un grupo muy grande de niños es un poco locura, porque en una cocina de restaurante tienes todo controlado, puede ser que un día entre más gente de lo previsto, pero tienes las sartén por el mango. Sin embargo, con los niños es más difícil, para eso hay que ser más educador que cocinero.

Otro de los servicios que ofreces en la escuela es el chef in situ, ¿tienes muchas peticiones?
La verdad que si, he ido hasta a Mallorca para cocinar para un señor con mucho dinero, a txokos, comidas para hacer aquí y que se la llevan, hay mucha solicitud. Luego también vienen grupos a la escuela y disfrutan de la comida aquí, en el lugar que tenemos adecuado para ello, como si fuera un restaurante pero en plan privado.


¿Piden sobre un menú o solicita el cliente un menú especial?
Por lo general yo aporto ideas de lo que me gusta hacer, pregunto si quieren una cocina tradicional, si quieren una moderna. Entonces entre las dos partes hacemos un menú personalizado en el que también nos adecuamos al presupuesto que quieran. 

En los últimos años ha predomiado la cocina moderna, pero ahora parece que volvemos a la cocina más tradicional, ¿a qué crees que se debe ese cambio?
Al final lo moderno te cansa y la cocina tradicional bien hecha nunca va a pasar de moda. También ha habido mucha cocina moderna falsa, en cambio una buena salsa vizcaína siempre va a gustar.

¿En cuál de las dos cocinas se encuentra Aingeru?
Me gusta la cocina tradicional jugando mucho con las cocciones: que el bacalao esté jugoso, que las carrilleras estén bien hechas... eso junto con un emplatado moderno.

Una de tus especialidades son los pintxos, ¿qué es lo primordial para un buen pintxo?
El pintxo lo que tiene que tener es un toque crujiente en el que se base, tiene que tener volumen, color, textura... al final es como un peluquero. Sobre todo tiene que ser atractivo.

¿Y cómo eres como consumidor?
Soy muy tradicional, me gusta sobre todo el pintxo de tortilla y el de jamón.

¿Qué tiene que tener una buena tortilla?
Cuando voy como cliente con la tortilla soy muy exigente, me gusta que la patata esté bien pochadita, que tenga un toque crujiente, que la cebolla este pochada, que este jugosa pero que no esté muy babosa, que no esté separada la patata del huevo... son muchas cosas. Parece una cosa sencilla, pero comerte una buena tortilla es difícil.

En el País Vasco somos muy dados a ir de pintxos, pero qué gusta más a los clientes ¿la innovación o lo tradicional?
La gente de aquí quiere pintxos tradicionales. Ya puedes poner un chupito con una sopa americana con una brocheta de langostinos y rape flambeado que se va a quedar ahí. Eso se lo comen los turistas.

¿Cómo se prepara un pintxo de concurso?
Se tarda un año. Primero se te ocurre una idea y la elaboras. Después ves al hijo que tiene una chocolatina y empiezas a pensar que con eso puedes hacer un pintxo salado y dulce. O ves un semáforo y piensas en hacer uno de tres colores y poco a poco va surgiendo la idea.

También has hecho tus pinitos en televisión, el pasado verano hiciste varios programas en Tele Bilbao, ¿es más difícil enseñar cocina por la televisión o en el aula?
Al principio sí que te impone la televisión, pero cuando te tranquilizas ya no te fijas en la cámara y es cuando realmente llegas a los espectadores, igual que con los alumnos, llegas mejor siendo como eres.


¿Volverías a repetir la experiencia?
Si. Acabo de volver de México y he grabado varios programas de cocina vasca para el canal de Televisa.

Hablando de televisión, ¿qué opinión te merece la cantidad de espacios culinarios que encontramos en la televisión en los últimos dos años?
Al final mucho cansa, se hace demasiado pesado. A los cocineros nos ha ayudado para acercar la cocina a la gente de casa, pero creo que hay que empezar a cortar un poco.

¿Y es real lo que muestran?
Es más show. Buscan gente que cocine bien, pero que también dé juego.

Ahora entrando en un tema más personal, en los últimos meses el cocinero de EiTB, David de Jorge, está contando su experiencia a la hora de adelgazar, tú también pasaste por algo parecido, ¿cómo fue la tuya?
La verdad que es una gozada ver cuándo vas adelgazando, te cambian tus hábitos, comes con más prudencia, comes más limpio, vives la vida, disfrutas más... Al final cuando tienes esos pesos como yo, que midiendo 1'7m llegué a pesar 174 kilos, vives en tu mundo, no saboreas, engulles... es una forma diferente. La gente que este así, no con sobrepeso, sino con obesidad mórbida, tiene que actuar. 

¿Cuánto tardaste en bajar de peso?
Lo baje en un año y algo con una operación de estómago.

¿Y qué te hizo actuar?
Lo tenía que hacer porque tarde o temprano moriría. Ya tenía apnea, me quedaba dormido en el coche y no me podía mover bien.

¿Qué fue lo más duro?
Atreverme a dar el paso. Después como ves que bajas tan rápido, que al mes ya no tienes apnea, que duermes bien. En sí es duro porque tienes que estar tomando caldos, yogur, puré... Al de seis meses ya empiezas a comer un poco de solido con pollo, pescado, verduras. Es como si fueras un bebé y volvieras a habituar al estómago.




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